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Plebiscito: UN PASO EN EL CAMINO

  • Silvia Davila MM, www.earthpipol.wix.com/blog
  • 3 oct 2016
  • 10 Min. de lectura

IN ENGLISH BELOW

El resultado del plebiscito en Colombia que algunos consideran un fracaso y otros una victoria no es lo uno ni lo otro, es simplemente un paso más, una etapa, en el proceso de construcción de una paz duradera sobre el caos dejado por cincuenta años de guerra en un país variado en ideologías y formas de ver la vida. El plebiscito fue necesario para poner abiertamente y de forma simple sobre la mesa la realidad de Colombia hoy. La información que arrojó la batalla por el Si y el No es contundente: el 63% de la población los ignoró a ambos, y los 12 millones que votaron están matemáticamente divididos en dos. Ese mapa simple y contundente constituye la mejor base de análisis para los presentes y futuros líderes y para todos los colombianos. Sirve también para revisar pasos dados en falso de todos los lados, detectar vacíos, aceptar falencias, poner a raya egos y hacer de este post-plebiscito una fábrica de producción y construcción de la paz.


El resultado del plebiscito estuvo enmarcado en tres pilares básicos, quizás cuatro. El primero tiene que ver con el hecho de que para infortunio de la paz misma, el proceso quedó entablado y estancado dentro de la confrontación política de dos figuras públicas, Santos y Uribe. La tensión de la cuerda, por lo tanto, estuvo la mayor parte del tiempo sostenida por posiciones políticas irreconciliables y la querella entre los protagonistas, más que por la perspectiva única de lo que un proceso de paz legaría al país. Muy avanzado estaría el proceso hoy si ambas partes se hubieran alineado desde el comienzo de un lado con la tolerancia y del otro con la inclusión. Irónicamente, la paz, por definición, supone la inclusión, tolerancia y respeto por la diversidad de pensamiento en ella involucrada y, por lo tanto, quienes la lideran deben ser un ejemplo vivo de ello.


El segundo pilar, y como resultado del anterior, es que el proceso limitado a la negociación secreta con las Farc por un lado y a la confrontación política por el otro, dejó por fuera lo más importante del proceso - la gente - que en número de 63% se manifestó dejando las urnas vacías. Aquellas personas a quienes no interesa la política o Santos o Uribe, no vieron la paz - sus virtudes y beneficios - no la sintieron suya ni se sintieron participantes ni receptores de sus resultados. Una paz en la que el 70% de los habitantes mira desde la barrera no podría ser sólida ni duradera. Irónicamente, la paz no es para Santos, Uribe o las Farc. La paz es para las veredas, los pueblos, el campo, las ciudades, los niños, los jóvenes, los viejos, las familias. El contenido esencial de la Paz no es otro que la gente.


La razón de ser de lo anterior son otros dos pilares íntimamente relacionados. Todo lo que el acuerdo final propone en términos de acciones que tocan directamente la vida de las personas cabe en el dicho de ¿qué va primero el huevo o la gallina? Un deliberado y entendible énfasis en el proceso de paz durante un tiempo sostenido, debilitó otros aspectos esenciales de la vida del país que hoy arrojan índices que a su vez se reflejan en la curva de aprobación del gobierno. Irónicamente, la mayor virtud de la paz es que sin el desangre humano y financiero que implica la guerra, la gente tiene la posibilidad de volver a lo primario y esencial, a trabajar, a ganarse la vida, a estudiar, todo en el marco amplio de oportunidades, respeto a la diversidad y a las diferencias y a los derechos de todos. Para que la gente, a la que nunca en la historia le han explicado nada, entienda la paz tiene que empezar a ver sus beneficios. Para el 63% de personas acostumbradas en estos países a retórica eternamente incumplida, el extenso documento muy bien ejecutado son sólo palabras.


El último pilar tiene que ver con la ejecución misma en el marco de los cuatro anteriores. Si bien es cierto que una negociación no puede incluir a 40 millones de personas, el documento que debía informarlos sobre algo que todos sabían estaba sucediendo pero nada sabían de los detalles, sumó 300 páginas que muy pocos leyeron dejando así a la mayoría a la deriva, no de información precisa, sino de interpretaciones voz en voz de la misma. También, la infortunada aparición de la posibilidad de un premio internacional, consciente o inconscientemente creó un hilo invisible atado a los egos y revistió el proceso de cierto afán por terminarlo y sed por el crédito. Irónicamente, la gente ve, observa y entiende. Por un lado no entendía el esfuerzo que se hacía pero por el otro entendía. En ese orden de ideas la sanción de documento en Cartagena antes de hablar con la gente y que incluyó el discurso triunfalista de un jefe guerrillero que causo dolor precisamente a las personas que no entendían el esfuerzo que se hacía, fue la estocada al plebiscito. Lo que vio la gente, desde sus casas, fue una recepción privada en casa de los presidentes. La paz no le llegó a la gente.


Todo esto no demerita el esfuerzo grande de Santos y su equipo. La lucharon. Sobre el contenido del acuerdo hay y habrá diferencias de opinión, si no las hubiera no habría necesidad de un acuerdo de paz. El oficio ahora tanto para el gobierno de Santos y su equipo negociador que trabajó para conseguir lo que creyeron posible, como para Uribe y su equipo que ganaron el plebiscito, irónicamente, no es tanto continuar con la paz como mostrar mente de estadistas y grandeza humana. La querella política entre ellos no interesa a los 40 millones de Colombianos que tienen la paz en la punta de los dedos. Ellos, Santos y Uribe, van a pasar como todos pasan, lo que queda para la gente es la paz. La virtud del plebiscito es que dio tanto a ellos como a líderes en ciernes un mapa sencillo de dónde están parados y de cuál es la responsabilidad histórica que el plebiscito les ha regalado.


Y la responsabilidad después de 50 años de guerra es que el proceso mismo deje al país y a todos sus habitantes un mapa en el que quede claramente establecido lo que el país quiere alcanzar dentro del mundo de la civilización y la democracia, los parámetros para convivir en la diferencia, los principios inviolables de los derechos de las personas, y lo que como grupo de seres humanos no están dispuestos a tolerar ni siquiera en tiempos de guerra. Es un hecho que la política en todo el mundo puede ser pequeña y mezquina y defender intereses privados antes que los colectivos, pero Colombia no puede seguir en un dolor eterno. Es de líderes reconocerlo. El proceso de paz es mucho más que la dejación de las armas de un grupo guerrillero, es aceptar al país con todo su variado contenido de pensamiento y poner un límite sensato a su comportamiento. Es dejar posiciones acérrimas que no aceptan contradicción y que en sí mismas son violentas, y aceptar la diversidad de pensamiento como alimento nutritivo para la mente nacional.


Santos y Uribe elegidos por las urnas ayer como líderes del proceso de paz tienen hoy la responsabilidad histórica de ser más grandes que ellos mismos, de superar egos e intereses políticos o personales, convocar a las dos mitades en una sola acción, informar y conquistar al 63% y hacer que este esfuerzo que tanto necesita Colombia tenga futuro. De no hacerlo y después de este plebiscito, lo único que legarán a la historia es una pelea personal e improductiva. La historia es implacable. Este plebiscito marcó un hito. Nada de lo que hayan hecho antes será recordado, sólo pasará a la historia lo que hagan ahora. Y la mesa está servida: una parte del pensamiento nacional - Santos y sus seguidores - abrieron una muy difícil trocha; otra parte del pensamiento nacional - las Farc - dieron un paso impensable hace unos años; y otra parte del pensamiento nacional - el Uribismo - se ganó un lugar en la mesa. Esa es la realidad que enfrenta el proceso. Lugar importante ocupa el 63% de la población del país a la espera de conducción y guía. Irónicamente, es esa parte ausente de la torta la más vital para llevar el proceso a feliz término.


En poco tiempo habrá relevo, surgirán otros líderes que continuarán el esfuerzo. Santos y Uribe tienen la oportunidad y la responsabilidad de dejar para ellos y para todos un ejemplo de inteligencia y reconciliación política en aras del bien común, lo cual es por definición el objetivo de la política. Hoy y siempre la esencia del liderazgo es el ejemplo. Por los 40 millones de Colombianos, sus hijos y los hijos de sus hijos, quiera Dios iluminarlos a ambos. / Silvia Davila MM, EarthPIpol, Octubre 3, 2016



Colombian Referendum


A STEP ON THE WAY


The result of Colombian referendum who some believe to be a failure and others a victory is, in fact, just one more step, a stage in the process of building a lasting peace over the chaos left by 50 years of war. The referendum was necessary to set on the table Colombian´s actual reality. The information threw by the Yes and No campaigns is conclusive: 63% of its inhabitants ignored both options, and the 12 millions that voted are mathematically divided in two. That simple map constitutes the best basis of analysis for present and future leaders and for all Colombian people. It also serves to revise false steps, detect empty spaces, accept incoming ideas, put egos at bay, and make of this post-referendum a factory for building peace.


The result of the referendum stands in three, maybe four, pillars. The first of them has to do with the fact that, for peace misfortune, the process was pray and got stuck in the confrontation between two political figures, Santos and Uribe. The tension of the political string, therefore, was stressed by irreconciliable political postures derived from the open fight between these two characters, and not by the unique perspective that a peace process can actually bring to the country. Further would the process be, had they aligned from the beginning with tolerance and inclusion. Ironically, peace by definition implies inclusion, tolerance and respect for the diversity of thought present in it. Its leaders, therefore, must be a living example of it.


The second pillar was that the process, limited to secret negotiations and set amid political confrontation, left out the most important ingredient - people - who in number 63% pronounced by leaving the ballot boxes empty. Those who care little for politics, for Santos or for Uribe, did not see peace coming - its virtues and benefits - they did not feel it theirs, nor did they felt participants or receptors of its results. A peace process where 70% of the people looks from the barrier could not be a solid lasting peace. Ironically, peace does not belong to Santos, Uribe or Farc. Peace is being made for the fields, towns, cities, children, youth, old people, families. The essential content of peace is no other than people.


The third pillar would be that a deliberate, understandable and sustained emphasis in the peace process, weakened other areas in the life of the nation which today reflect in the government acceptance polls. Ironically, the best virtue of peace is that without human and financial bleeding people can go back to the basics, to work, to make a living, to study within a wide frame of opportunity, respect for diversity, and for the rights of all. People who had never had anything explained in the past, will only understand peace when they start seeing its benefits. For people - 63% - used to hear eternal unaccomplished promises, the extended document issued by the process is just words.


The last pillar has to do with some steps taken by the process. The document that was to inform people about something everybody knew was happening but nobody really knew, summed up to 300 pages that very few read. Therefore, the majority was left drifting around interpretations voice to voice of the document. Also, the unfortunate appearance of the possibility of winning an international prize, unwillingly perhaps, created an invisible string attached to egos that covered the process with a certain rush. People might not understand the details of a process but they do read attitudes. That is why sanctioning the official final peace document in Cartagena that included a sort of victory speech from a guerrilla leader who had caused deep pain to, precisely, the people who did not understand the efforts being made, was a blow to the referendum yes options. What people saw from their homes on TV was a private reception at the house of the presidents in Cartagena. Peace idea did not reach people.

All that, however, does not steal merit the efforts made by Santos and team. They did work for it.


Around the final document there are and there will be different opinions, if there were not a peace process would not be necessary. The task now for both, for Santos´s team that worked what they thought possible, and for Uribe´s team that won the referendum, ironically, is not so much to continue the peace process but to show statesmanship and human grandeur. Their personal and political fight is of no interest to the 40 millions Colombians who have peace at the reach of their hand. They, Santos and Uribe, will pass as everybody passes. What will remain for people is peace. The virtue of the referendum is that it gives them, and also future leaders, a map of where they are standing, and an idea of the historical responsibility the referendum granted them.


The process leaves a chart to be considered by present and future leaders: the meaning of civilization and democracy; the parameters to coexist among differences; and the inviolable rights of people. It is a fact that politics everywhere on Earth can be small and petty thriving for individual interests rather than for collective ones but Colombia cannot go on living an eternal pain. The peace process is much more than putting down weapons. It is to accept the nation with all its varied content of thought and to set sensible limits to its behavior. It is about leaving bitter violent positions that accept no contradiction in order to accept diversity of though as a nourishing ingredient to the nation´s mind.


Santos and Uribe, elected yesterday as leaders of the peace process, have the historic responsibility to become bigger that themselves, to surpass egos and personal or political interests in orden to summon divided people into one single action, to inform and conquer the 63% that ignore them, and to make possible this peace process that Colombia needs badly. Should they not do it, the only legacy they would leave for history is a personal, unproductive quarrel. History is implacable. This referendum set a landmark. Nothing they did before will be remembered, the only thing history will set on record is what they do now. The table is set: part of the nation´s mind - Santos and his followers - opened a difficult path; another part of the nation´s mind - Farc - took a step unthinkable some years before; and now another part of the nation´s mind - Uribe and his followers - won a seat at the table. That is the factual reality of the process today. An important place should have the 63% waiting for guidance.


In a short time replacements will show, new leaders will continue the effort. Santos and Uribe have the opportunity and responsibility of leaving for them and for all, an example of intelligent political reconciliation for the sake of the common good, which, in fact, is by definition good politics. Today and always the essence of leadership is example. / Silvia Davila MM, EarthPIpol, Octubre 3, 2016






 
 
 

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