Nunca he pertenecido a un partido político pero siempre voto. Desde la barrera nada puede hacerse. Estas elecciones presidenciales, después de los debates, escasas en ideas novedosas o planteamientos profundos,  reflejo de un estancamiento en el surgimiento de nuevos líderazgos, presentan, sin embargo, alternativas y sobretodo son - de hecho - las alternativas que hay para estas elecciones Presidenciales en Colombia. Para decidir el voto no hay que preguntarse cuál candidato me gusta más sino qué es lo que los colombianos necesitamos más.  En panorámica hay tres cosas:

 

1. Poner un freno definitivo a esa medusa ciega de mil tentáculos que impune corroe todas las esperanzas de progreso de la comunidad que somos: la Corrupción. La sumatoria de las cifras exhorbitantes de robos en todas las entidades oficiales a todo lo largo del país - esta semana fueron trecientos mil millones en una sola entidad - es exactamente la medida de lo que los colombianos no recibieron en educación, salud, infraestructura y trabajo. Dinero que sale de sus bolsillos y que nunca vuelven a ver. Aquí la ecuación es simple: si Colombia no termina con esta ola de corrupción descontrolada NUNCA tendrá un futuro posible.

 

2. Desarrollo, no entendido como una figura abstracta e indescriptible sino como lo que es: el crecimiento de los colombianos, de todos los colombianos. Los de la costa y los del valle, los de las montañas y los de los llanos, los del Pacífico y los del Atlántico, los del eje cafetero y los de la selva amazónica. No unos cuantos, todos. El Desarrollo que implica herramientas específicas - infraestructura, vías, puertos, comercio, industria, tecnología, etc, - sólo puede alcanzar el nivel de competencia que exige este mundo disparado en pos de recursos y globalizado, si viene precedido por dos variables irremplazables: Educación y Salud. Objetivos que, por su puesto, nunca podrán ser alcanzados si en cada intersección de ejecución estatal se roban el presupuesto.

 

3. La Paz. Todos los objetivos anteriores pierden dinamismo y posibilidad si cada gobierno debe invertir su capacidad y recursos en una guerra, tan larga en Colombia, que pone en duda la capacidad de raciocinio de todos. Aquí la ecuación también es simple: los gobiernos y el Estado se desgastan y los colombianos del común pagan la guerra con sus vidas y con años sumados de ignorancia y atraso. Independientemente de quién la haga, la Paz es un acto de inteligencia de los colombianos de todos los bandos, no solamente hastiados de tanta sangre, sino necesitados de un impulso a sus vidas que se traduzca en bienestar, conocimientos, desarrollo de sus capacidades y talentos, campos de trabajo, salud y pan en la mesa para sus familias.  La paz significa darle a Colombia - por fin - la oportunidad de acabar con un desgaste inútil para empezar a actuar como una comunidad unida y productiva capaz de dar un paso al frente en los ya difíciles escenarios de Latinoamérica y el Mundo.