COLOMBIA TIERRA QUERIDA

ELECCIONES 2014 ( IN ENGLISH BELOW)​

Hay una escena en la película de Stanley Kubrick, Barry Lindon (1975), que ilustra en toda su extensión la guerra. Dos bandos contrarios, mosquete en mano y profesionalmente alineados, se enfrentan en un campo de batalla. A la voz de "fuego" la primera línea de ambos bandos dispara matando, por su puesto, a la primera línea de ambos bandos. Queda descubierta la segunda línea en ambos lados. Nuevamente truena la voz "fuego", los soldados disparan y cae la segunda línea. Queda descubierta la tercera... y así sucesivamente. Colombia ha puesto en escena Barry Lindon durante los últimos ochenta, o quizás ciento ochenta años, y lo ha hecho con dos características que la hacen única y, sin duda, la instala en los anales de la historia de la humanidad y, quizás, en los records Guiness. La primera: en todos esos años nadie la ha ganado. La segunda: en todos esos años nada se ha ganado, para nadie. Cómo puede algo así tener sentido?

Si bien es cierto que todos los países del mundo cuentan con una fuerza armada legítima que los protege de conflictos externos e internos, en el caso de Colombia el enfrentamiento incesante ha obligado un mayor número de reclutamiento permanente en ambos bandos - fuerzas militares y guerrillas - para tener siempre completas la primera, segunda, tercera y sucesivas líneas. Los muchachos y hombres mueren, los entierran y hay que reemplazar los vacíos en los filas. Durante cincuenta, ochenta, o ciento ochenta años. Una tercera característica de esta guerra es que los muchachos que caen son los hijos de la empleada, el oficinista, el vendedor, el maestro y los campesinos reclutados bien sea por los militares o por la guerilla, todos hijos de padres que tuvieron esperanzas para ellos y que deben entregarlos a un sacrificio que no ha encontrado fin en varias décadas. Una decena de generaciones... Caen los oficiales que dejan viudas y huérfanos, los hombres del campo que nos alimentan, y crece el trágico volumen de lisiados. Una guerra que nadie gana y en la que no se gana nada.

Pero eso no es lo más grave, eso ya sucedió. Lo importante es el presente y lo que viene por delante. Para quienes no den una mirada al mundo del que Colombia hace parte debe quedar claro que el ajedrez mundial está en vertiginoso movimiento; que la globalización nos impacta y obliga; que el cambio climático pone retos especialmente difíciles para la franja del Trópico; que los recursos empiezan a escasear abriendo el margen de acción de todos los países del mundo; y que Colombia tiene un lugar único y privilegiado en el planeta. Cabecera de playa de Sur América, cruce de caminos entre dos océanos, lugar de paso obligado entre el norte y el sur, el este y el oeste, una geografía que ofrece el milagro de climas tan variados como son sus productos, un banco de recursos. Y una gente con capacidades variadas y específicas, principal fundamento esencial para poner a Colombia a la cabeza del sur continente: la fortaleza llanera, la paciencia nariñense, el coraje santandereano, el empuje tolimense, la agilidad costeña, la astucia bogotana, la tenacidad boyacense, la laboriosidad paisa, el orgullo amazónico y la profunda sabiduría indígena por mencionar sólo algunos. Qué desperdicio!

Va Colombia a rendirse? La pregunta sirve para ese 60% de abstencionistas que, quizás hastiados, miran desde la barrera a la espera de que otros encuentren la salidas. Cabe para los que se levantan todos los días a dar la batalla del trabajo y el pan. A los que antes de salir para el trabajo llevan a los niños al colegio, a la universidad o al lugar en donde laboran cargados con una maleta de planes y esperanza. Cabe la pregunta para los que están hastiados, aburridos y cansados. Las naciones necesitan de su gente siempre pero nunca tanto como cuando - o bien parece no haber salida - o cuando parece haber una salida. Quizás cada persona desearía un tablero específico o distintas fichas, pero el hecho es que el ajedrez se vino como está. La decisión entonces - hoy y siempre - está atada a los valores, a todo aquello que es valioso para la vida del individuo y de la comunidad, de la nación, de Colombia.

Y los valores, son el contenido mismo de la persona, la persona que aquí y en todas partes de mundo desea lo elemental, lo básico: un país en el que la ley cubra y proteja a todos - sin excepciones ni arrogancias- ; un lugar en el que el derecho a la vida sea intocable - sin amenazas, persecuciones, intervenciones a la privacidad o matanzas -; un lugar en que los niños sean Sagrados - sin desnutrición, ignorancia, pobreza o falsos positivos-; un lugar en el que todos los talentos puedan expresarse libremente - sin represión, estigmatización ni censura -; una tierra de trabajo y tranquilidad, este pedazo de tierra habitada por gente aguerrida y capaz de conducirla a su mejor destino. Colombia tiene la opción de rendirse ante un tsunami de desafueros y excesos, o retomar la fuerza y las riendas para reconstruir la tierra de nuestros niños, levantar vuelo y llevar al país al nivel que obliga el ajedréz mundial. Hay que votar. La guerra desangra al país de recursos y de vidas, frena el desarrollo. Hoy parece posible poner fin al conflicto, hecho fundamental por una simple razón: el fin del conflicto es el punto de partida de la paz. Una paz que hay que construir, que va a pedir algo a todos y que demandará trabajo, inteligencia y mucha transparencia. Una paz difícil, quizás, pero es la paz. Y la Paz es el camino, Colombia tierra querida./ SDMM, Junio 4, 2014

COLOMBIA, DARLING LAND

There is a scene in Stanley Kubrick´s film, Barry Lindon (1975) that illustrates war in its entire dimension. Opposed parties, musket in hand and tightly aligned, face each other in a battlefield. To the call of "fire" the first line in both sides shoot killing, of course, the first line in both sides. The second line is uncovered. The voice cries again "fire", soldiers shoot and the second line falls. The third line gets uncovered... and so on and on. Colombia has performed Barry Lindon during the past eighty years, and it has been done with two characteristics that surely earns it a place in Humanity history annals and, maybe, in Guinness records. First: in eighty years no party has won. Second: in eighty years nothing has been won. For nobody. How can something like that make sense?

Just as it is true that every nation on earth has a military force to protect them from inner or outer trouble, in Colombian case the permanent confrontation - eighty years - has obliged higher recruiting numbers on both sides - military and guerrillas - to keep fit first, second, third and following lines. Boys and men die, they are buried and must be replaced to fill the holes in the line. Eighty years long. A third characteristic of this war would be that the young that fall are the children of the housekeeper, the servant, the vendeur, the teacher, and the farmers recruited either by the militars or the guerrilla, all of them children of parents who had hopes for their future but that must deliver them to a sacrifice that has not found a halt in eight decades. Eight generations... They fall in the field, officers who leave widows and orphans, farmers that feed us, and count of disabled grows. A war that nobody wins and serves nobody.

But that is not precisely the low point. What matters is the present and what is to come. For those who seldom review this world to which Colombia belongs, it must be clear that the World chess is in a vertiginous move; that globalization impacts us and obliges us; that climate change places specific and difficult challenges to the Tropical stripe; that the search for resources has widen the action range of every country in the world; and that Colombia has a unique, privileged place in the planet. Placed at the physical head of South America, crossroads of two oceans, half way between north and south, east and west, a geography that delivers the miracle of such varied climates as varied are its products, a bank of resources. And its people, owners of different and specific abilities, pivotal foundation to place the country at the head of the south continent: strength from Los Llanos; patience from Nariño; courage from Santander; initiative from Tolima; agility in the Coasts; cleverness in Bogota; tenacity from Boyaca; industry from Antioquia; pride in the Amazonas, and a profound wisdom in the indigenous lands, just to mention some. What a waste!

Is Colombia, darling land, going to give up? The question goes for that 60% of people who watch from the barrier waiting for others to find solutions. It goes for those that give the everyday battle of work and bread. For those who every morning take their children to school or wave them good bye when leaving to the university or the workplace carrying a backpack of plans and hopes. It goes for all those who are tired, bored, and weary. Nations always need their people but never so much as when - either no way-out is at sight - or when a way-out is at sight. Perhaps, every voter would like a different board or different tokens, but here and today the dice are rolling. Decision then - today and always - is attached to values, to all that is valuable for the individual and the community, the nation, Colombia. And values are contained within each person, the person that here and everywhere in the world longs for the basics: a country where the laws cover and protect all - without exemptions or arrogances-; a place where the right lo life is untouchable - without threats, persecutions, interventions of privacy, or killings-; a place where Children are Sacred - without malnutrition, ignorance, poverty or false positives-; a land where all talents can be expressed freely - without repression, stigmatization or censure-; a land of work and tranquility, this piece of land inhabited by strong, witty people able to carry it to its best destiny. Colombia has an option: either to give up before a tsunami of excesses, or regain strength and reins to rebuild the land of our children, take off and lift the country to the level demanded by the world today. To vote is a must. War bleeds the country in terms of resources and lives. It restrains growth. Today it seems possible to put and end to the conflict with the guerrilla, a fact that turns up to be fundamental for one simple reason: the end of the conflict is the starting point to peace. A peace that has to be built, that will demand something from everyone, that will have to use work, intelligence and lots of transparency. A difficult peace, perhaps, but peace it is. And - Peace - is the way Colombia, darling land. / SDMM, June 4, 2014